Una mano o un ojo, un riñón o un pulmón no son capaces de "funcionar solos", aislados del resto del cuerpo. Cada órgano necesita a los otros miembros del cuerpo para sustentarse y nutrirse. Los únicos órganos verdaderamente "independientes" son los amputados, muertos o inútiles.
La misma verdad se aplica al cuerpo de Cristo. Cada miembro del cuerpo (y tú perteneces a esa categoría si has puesto tu confianza en Cristo como el que ha perdonado tu pecado) necesita a los otros miembros para fortalecerse, apoyarse, animarse y nutrirse. Es un sentido de interdependencia divinamente establecido.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros (Romanos 12:4-5).
Reina Valera 1960
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