El pecado empieza como un tejido, pero se convierte en una abrazadera de hierro.
Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuando permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad? (Jeremías 4:14)
Corrigete, Jerusalén, para que no se aparte mi alma de ti, para que no te convierta en desierto, en tierra inhabitada (Jeremías 6:8)
Antes que Dios pueda edificar en tu vida, deben estar presentes varias cosas que Él necesita para ahuyentar y remover: malos hábitos, actitudes egoístas, indiferencia, pecados ocultos. ¿Hay algunas posesión en tu vida que sea el foco de tu infección? ¿Hay personas en tu vida que tratan de destruirte, en lugar de ayudarte a crecer? ¿Hay algún empeño en lograr algo que se opone al reino de Dios en lugar de promoverlo? Toma alguna de esas áreas de necesidad y con la ayuda de Dios, trata con ella ahora... antes de que el remedio sea más doloroso que la enfermedad.
Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego (Mateo 18:8-9)
Wilkinson, B. (2009). Biblia Tu andar Diario (Quinta edición). Editorial Unilit.
Reina Valera 1960
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